El fútbol no solo se trata de goles, títulos y estadísticas. A veces, son los pequeños gestos los que marcan la diferencia y nos recuerdan el poder humano que tiene este deporte. Así ocurrió tras la reciente final del Mundial de Clubes, en la que el Chelsea FC se coronó campeón con una contundente victoria 3-0 sobre el Paris Saint-Germain.

En medio de la euforia, los abrazos, las medallas y los cánticos de los campeones, ocurrió un momento especial que conmovió a miles de hinchas y espectadores: Marc Cucurella, defensa español del Chelsea, notó que un joven se mantenía al margen de la celebración. Era Kendry Páez, la joven promesa ecuatoriana fichada por el club londinense, pero aún no inscrita oficialmente en el torneo.

Páez observaba con admiración y respeto desde un costado, como quien sueña despierto. Fue entonces cuando Cucurella se acercó y, con un gesto amable, lo invitó a unirse al festejo. Al principio, el joven dudó. No era parte de la plantilla oficial del torneo y quizá sintió que no tenía lugar en ese momento. Pero la humildad y calidez de sus compañeros rompieron cualquier barrera.

La escena se volvió aún más emotiva cuando Moisés Caicedo, también ecuatoriano y ya una figura consolidada en el club, se acercó y le colocó la medalla de campeón a su compatriota. Un acto simbólico, pero poderoso: era como decirle “Este también es tu camino, este también es tu lugar”.

El gesto no tardó en viralizarse en redes sociales. Miles de ecuatorianos expresaron su orgullo, no solo por la medalla compartida, sino por lo que representó: unidad, humildad, y el reconocimiento de un talento que promete marcar historia en el fútbol mundial.

En un mundo donde a veces prima la competencia y el ego, momentos como estos nos devuelven la fe en el deporte como herramienta de inclusión, respeto y crecimiento.

¡Gracias, Cucurella, gracias Caicedo y felicidades Kendry! El futuro es tuyo.