Mientras las Fuerzas Armadas decomisan armas y combustible, el trasfondo del problema apunta a la falta de empleo, inversión estatal y alternativas económicas para las comunidades.

Un operativo coordinado entre el Ejército Ecuatoriano y otras instituciones del Estado permitió intervenir una zona de minería ilegal en Algodonal, cantón Macará, donde se encontraron indicios de una estructura organizada que operaba al margen de la ley.

Durante la intervención se decomisó:

  • 1 carabina tipo Mossberg
  • 5 cartuchos calibre 12 mm
  • 1 cartucho percutido calibre 12 mm
  • 1 chaleco antibalas
  • 1 equipo de comunicación Motorola
  • 22 canecas de diésel

El material incautado confirma la presencia de grupos que operan con logística, protección armada y abastecimiento constante de insumos, especialmente en zonas rurales y fronterizas.

Un problema que nace de la ausencia del Estado

Si bien la minería ilegal genera impactos ambientales y riesgos de seguridad, también es el síntoma de una realidad profunda: la falta de oportunidades laborales y el abandono estatal en territorios históricamente rezagados.

En cantones como Macará, donde el empleo formal es escaso y la inversión pública es limitada, la minería —aunque clandestina— se convierte para muchos en una de las pocas fuentes rápidas de ingreso. Para familias enteras, esta actividad representa la posibilidad de sostenerse frente a la crisis económica y a la falta de alternativas productivas que el Estado no ha logrado garantizar.

Análisis: el problema no es solo legal, es socioeconómico

  1. Economía de supervivencia:
    Gran parte de quienes participan en estas labores no lo hacen por elección, sino por necesidad. La minería artesanal o ilegal se vuelve una salida para enfrentar el desempleo o la falta de programas de desarrollo productivo.
  2. Ausencia de inversión pública sostenida:
    En zonas como Algodonal, la infraestructura es limitada, el acceso a educación y salud es precario, y las opciones económicas son mínimas. El Estado llega tarde o de forma insuficiente, y en ese vacío prosperan actividades informales.
  3. Desigualdad territorial:
    La brecha entre cantones urbanos y rurales empuja a muchas comunidades a integrarse en economías no reguladas. Sin vías, créditos, capacitación o apoyo técnico, la minería aparece como la única vía rápida para obtener ingresos.
  4. Criminalización sin alternativas:
    Reprimir la minería ilegal sin ofrecer oportunidades reales solo desplaza el problema a otras zonas, pero no lo resuelve. La solución requiere políticas públicas integrales que combinen control, regulación y desarrollo económico.

Una intervención necesaria, pero no suficiente

El operativo militar es un paso para frenar el avance de redes criminales, pero no atiende el origen del fenómeno. Si el Estado no genera alternativas económicas viables —como agricultura tecnificada, apoyo al emprendimiento, proyectos comunitarios o minería legal regulada— el ciclo volverá a repetirse.

La minería ilegal en Macará es, en parte, el reflejo del abandono y la necesidad. Y mientras no haya un cambio estructural, estos operativos serán solo respuestas temporales a un problema profundo.