Su salida marca el cierre de una etapa marcada por tensiones, disputas mediáticas y una estrategia comunicacional que generó más fricciones que consensos.
La renuncia de Carolina Jaramillo como portavoz del Gobierno de Daniel Noboa, anunciada este martes, dejó un vacío inmediato en el esquema de comunicación de Carondelet y confirmó que la reconfiguración del gabinete va más allá de los ministerios. Aunque Jaramillo calificó como “un honor” haber cumplido este rol, su salida se produce en un momento crítico: la derrota del Gobierno en la consulta popular y una evidente necesidad de recomponer relaciones políticas y mediáticas.
Un período marcado por la confrontación
Durante los meses que estuvo al frente de la Portavocía, Jaramillo se convirtió en una de las figuras más visibles —y polémicas— del Ejecutivo. Su estilo directo, en ocasiones desafiante, la colocó en el centro de múltiples controversias, especialmente con periodistas y medios de comunicación nacionales.
Entre los episodios que marcaron su gestión destacan:
- Interpelaciones tensas en ruedas de prensa, donde respondió preguntas con un tono confrontativo, generando roces con periodistas que cuestionaban la falta de datos, cifras inconsistentes o declaraciones sin sustento técnico.
- Descalificaciones públicas a ciertos medios, acusándolos de tergiversar información o de “atacar al Gobierno”, lo que elevó el clima de confrontación entre Carondelet y el sector de la prensa.
- Control excesivo en las comparecencias, limitando preguntas o interrumpiendo a periodistas, acciones que fueron interpretadas como una restricción al acceso a la información y que generaron rechazo en colectivos de comunicación.
- Mensajes oficiales con inconsistencias, especialmente en temas de seguridad, operativos nacionales y acciones del Ejecutivo, lo que llevó a rectificaciones posteriores por parte de otras áreas del Gobierno.
Estas dinámicas consolidaron una imagen de portavocía defensiva más que estratégica, orientada a proteger la figura presidencial pero a un costo elevado en relaciones públicas.
Un estilo que profundizó la distancia entre el Gobierno y la prensa
Analistas coinciden en que el principal desafío de Jaramillo fue no haber construido puentes con los medios, sino haber contribuido a la erosión del vínculo. En un entorno político complejo y con críticas por la gestión en seguridad, economía y administración pública, la comunicación gubernamental se volvió un factor clave. Sin embargo, bajo su conducción, no logró posicionar una narrativa sólida ni mejorar la percepción del Ejecutivo.
Su estilo comunicacional, más reactivo que explicativo, terminó reforzando la percepción de un Gobierno cerrado al escrutinio y poco dispuesto al diálogo. Esto quedó aún más expuesto tras los resultados de la consulta popular, donde el rechazo ciudadano mostraba ya un desgaste evidente en la relación con la opinión pública.
Una salida en un momento de reestructuración crítica
La renuncia de Jaramillo se suma a la lista de cambios dentro del Ejecutivo tras la derrota electoral del 16 de noviembre. Su salida no solo reconoce implícitamente los cuestionamientos a su gestión, sino que abre una oportunidad para que el Gobierno redefina su estrategia comunicacional en un momento en el que necesita recuperar credibilidad, cohesión y capacidad de interlocución.
El reto para Carondelet será ahora encontrar un perfil que pueda manejar la presión mediática, articular mensajes claros y, sobre todo, reconstruir la relación con un sector de la prensa que se vio deteriorado durante la etapa de Jaramillo.





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