Una historia que une a un niño, a un perro y a todo un país en un mismo abrazo.
Hachiko. Ese es el nombre que despertó gratitud y ternura en todo el Ecuador. Un perro sencillo, sin entrenamiento de rescate, pero con una lealtad inmensa, que se convirtió en el compañero inesperado del pequeño Lucas Campaña, el niño de 9 años que pasó más de tres días perdido en el Cerro Puñay.
Los habitantes de Santa Rosa confirmaron que Hachiko existe y que suele recorrer esos caminos de montaña. Su dueña, Diana Molina, contó que el perro desapareció durante dos días, exactamente el tiempo en que Lucas luchaba por sobrevivir entre la neblina y el frío. Nadie imaginó que, en medio de esa ausencia, Hachiko estaba cumpliendo el papel más noble: no dejar solo a un niño que necesitaba compañía.
Durante su travesía, Lucas se alimentó de moras silvestres, bebió agua de la montaña y se refugió en pequeñas cuevas para evitar el viento helado. Lo más conmovedor fue que, en las noches, durmió abrazado a Hachiko para soportar el descenso de temperatura. Cuando los rescatistas finalmente lo encontraron —descalzo, con un pie muy hinchado, exhausto y hambriento— sus primeras palabras fueron: “Tengo frío y tengo hambre”. Pero estaba vivo, y eso le devolvió el alma a un país entero.
Más de 200 personas participaron en la búsqueda: Policía Nacional, DINASED, GOE, Ejército, bomberos, drones y comuneros que se unieron a recorrer la montaña sin dudar. A pesar de las quebradas profundas, la neblina densa y el lodo que hacía difícil cada paso, nadie se rindió hasta que Lucas fue rescatado y volvió a los brazos de su familia.
En medio de ese enorme despliegue humano, Hachiko destaca por un acto simple pero poderoso: estar. Según la madre del niño, el perro no solo lo acompañó; lo protegió, le dio calor y le brindó la única compañía que tuvo en la montaña. Para muchos, ese gesto pudo marcar la diferencia entre la esperanza y la tragedia.
Hoy, Hachiko es reconocido como un símbolo de solidaridad, instinto y amor puro. Un héroe espontáneo, un guardián inesperado, el ángel de cuatro patas que le recordó al Ecuador que, incluso en los momentos más duros, siempre hay luz.





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